Me desperté a las 6:50 hr. Se
notaba demasiado que estaba en un área urbana pues se escuchaba cerca el ruido
de camiones y máquinas moviendo tierra, se oía el ruido de la pala a rasguñar
las piedras y el pitido intermitente de cuando retroceden… que mal. La carpa
estaba seca. El clima de este lado de la cordillera es mucho menos húmedo. De hecho,
no lo había mencionado pero el paisaje y la vegetación es totalmente diferente.
Desarmé mi campamento y me dispuse a partir. Juan estaba listo para partir,
pero me comentó que dejaría el viaje a Chile para otra ocasión y que regresaría
a Esquel donde unos familiares de él.
Dejé el auto camping y partí
rumbo a la bicicletería. Como dentro de algunos días más la ruta sería solo
pavimento, se me ocurrió comprar unas punteras para optimizar el pedaleo. Entonces,
con punteas nuevas dejé Trevelín a eso de las 10:30 hr. Saliendo, la ruta va
hacia Esquel, pero uno debe desviarse y tomar un camino perpendicular hacia el
parque. Según me habían dicho, el camino debía tener cerca de 25 km pavimentados y así fue. De bienvenida… una
cuesta de unos dos kilómetros pero pavimentada y de poca pendiente, luego de
eso, todo plano. Al rato, dos ciclistas argentinos en sentido contrario. Lo usual…
intercambio de datos. No sé si lo había comentado pero algo que yo hacía era
tomar en las oficinas de informaciones más de un mapa, de modo tal que cuando
me topaba con alguien le regalaba uno.
Me preguntaba si acaso la ruta
que había elegido era la correcta, pues tenía la impresión de que me tocaban
todas las cuestas y ninguna bajada. Según me comentaron, no era el único
haciendo esta ruta. Por donde pasaba me comentaban que un día antes había
pasado un alemán en bicicleta. A estas alturas es bueno comentar esto: es difícil
toparse con otro ciclista que esté haciendo el mismo recorrido pues se debe
avanzar más rápido para poder alcanzarlo, como me ocurrió con este alemán, que
siempre me llevó un día de ventaja. Lo mismo para alguien que viene atrás.
Llegué al parque Los Alerces,
debía pagar 50 pesos argentinos por ser extranjero. Luego a seguir pedaleando.
Imposible volver… pensaba. Solo yo podía sacarme de allí. Al primer negocio que
vi junto al camino pasé a servirme algo helado. Al rato… fin del pavimento.
Tierra, sol, y más tierra. Luego los lagos, arroyos, y muchos argentinos acampando
por todas partes. Algo que me llamó la atención era que aun estando en un
parque, los argentinos hacían fuego por todas partes para cocinar.
El camino era serpenteante y
lleno de bajadas y subidas, más subidas diría yo, por lo que de nuevo venía a
mi mente la sensación de que estaba haciendo la ruta al revés. El camino va
todo el rato bordeando los lagos, pasando entre bosques, arroyos, cascadas,
rocas cortadas, barrancos, zonas de derrumbes… muy entretenido para recorrerlo
en bicicleta. Además en varias zonas, el ripio no era tan malo. Cada pocos
kilómetros hay un camping, y los hay de varios tipos. Los más comunes eran camping
agreste y camping organizado. Pregunté en varios lados cual era la diferencia
pero nadie me supo explicar. Se supone que el organizado tiene más servicios
que solo baños con duchas, sitio y fogón, como por ejemplo electricidad. Casi todos
los camping tienen una “proveeduría” (un almacén).
El camino está lleno de senderos
para recorrer a pie. En ocasiones, dejaba la bici junto al camino y me iba a
recorrer los senderos. Pese a que estaba lleno de gente por todo lado yendo y
viniendo, las posibilidades de robo son bajas.
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