Martes 15: Chaitén – Villa Santa Lucía (79 km)



Me levanté como a las 7 de la mañana y fui por mi desayuno. Quedarme en una residencial me permite invertir menos tiempo en levantarme, pues no debo desarmar campamento. Después del desayuno comencé a montar mis cosas en la bicicleta. Sin darme cuenta como, pasé a rajar la funda impermeable que protege mi saco de dormir. No lo podía dejar así, debía reparar eso, pues si llovía sería fatal que llegara algo de humedad al saco. Cocí los cerca de 35 cm que tenía el tajo. Pero el buscar la aguja y el hilo en las alforjas, sacar el saco, y luego guardar todo me tomó tiempo que me lo pasé rabiando. Luego del percance, comencé mi camino nuevamente.

Me di unas vueltas por el pueblo tomando fotos, y finalmente partí a la carretera como a las 10:30 hr. Cuando estaba a punto de dejar Chaitén, un muchacho me grita y me alcanza corriendo. Se trataba de un ciclista de nombre Federico, pero andaba a pie. Me pidió desesperadamente una tuerca que necesitaba para el motor de su bicicleta, la cual se había caído durante el pedaleo, dijo, mientras me contaba que había quedado en pana en Villa Santa Lucía y había regresado haciendo dedo a Chaitén, con la esperanza de encontrar la pieza que necesitaba en alguna ferretería o algo. Lamentablemente lo que buscaba yo no lo tenía, así es que no lo puede ayudar. Luego de eso, continué mi camino.

Los 48 kms de camino asfaltado estaban allí, se sentía la bicicleta muy liviana, avancé suave y rápido sin forzar mi rodilla. Otra cosa buena fue que el pavimento me permitió desarrollar velocidades superiores a las del vuelo de los tábanos, por lo que no me molestaron durante mucho rato.
 
Al llegar a Puerto Cárdenas y cruzar el puente, se terminó el pavimento y comenzó un ripio tan malo, que aunque el camino era plano no se podía pedalear, pues el terreno estaba muy suelto y lleno de piedras grandes y redondas. Lo intenté, pero finalmente lo mejor era caminar y pasar ese tramo luego. Caminé cerca de tres km hasta que el material del camino cambió. De pronto, en sentido contrario una pareja de ciclistas provenientes de Cochrane. Conversamos muy poco pues estaban desesperados con los tábanos y querían moverse rápido para evitarlos. A mi casi me daba lo mismo, ya estaba lleno de picadas y completamente forrado en ropa, mientras que ellos lucían ropa con shorts y mangas cortas.
Continué y el sol era intenso. Tomaba y tomaba agua, al tiempo que recargaba con las caídas de agua que van desde los cerros hacia el lago.

El tramo que bordea el lago es precioso, y el camino es sinuoso y tiene pequeñas subidas y bajadas. De pronto uno comienza a alejarse del lago y el camino se torna recto con una leve pendiente en contra. En ese momento ya empezaba a pensar en lo que venía: la cuesta Moraga. Son 10 kms en constante subida, sin planos de descanso, sin zeteos (curvas zigzagueantes) que aminoren la pendiente.

Al empezar la cuesta, me encontré con otro ciclista que estaba a orillas del camino preparando su campamento. Me dijo que yo no alcanzaría allegar a Villa Santa Lucía, que la cuesta era dura y el calor era mucho, y me pillaría la noche en mitad de la cuesta. Me invitó a acampar y continuar pedaleando juntos al día siguiente, pero yo estaba motivado y continué.
Al internarme en la cuesta, los cerros contiguos dejaban una sombra que provocaba una marcada baja en la temperatura, lo que era perfecto para subir sin tanto calor. Me tomó casi 2 horas subir, pedaleando a ritmo constante y muy lento por el ripio y el peso. (Alguien me preguntó alguna vez si en esos casos era mejor caminar… en lo personal, creo que empujar 40 kilos cuesta arriba cansa mucho más que pedalear lento en un cambio liviano.)

Al divisar una antena repetidora supe que estaba llegando a la cima, y así fue. A partir de allí fueron 8 km de bajada constante que me tomaron cerca de 40 minutos. Recordar que no se puede bajar a toda velocidad pues el camino es muy malo y la bicicleta pesa mucho y a carga se sacude… hay que ir con cuidado o se puede perder el control.

Llegué a Villa Santa Lucía como a las 19:00 hr. Allí uno puede acampar en cualquier parte del pueblo, hay muchos sitios eriazos y varios negocios pequeños donde comprar pan y abarrotes. Finalmente, conseguí alojar en una cabaña que estaban construyendo.

En este punto debía decidir qué haría con mi viaje… Seguir por la carretera Austral hasta Coihaique o ir hacia Futaleufú y pasar a Argentina.

Por cierto, en Villa Santa Lucía me topé con otro ciclista llamado Nicolás, que era de la Serena y venía desde Coihaique con Puerto Montt como destino. Como ya era habitual, conversamos y compartimos datos de la ruta, luego siguió su camino.

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