Aquél día fue el más duro de
todos. Me levanté cerca de las 7 hr. Armé las alforjas y monté todo en la
bicicleta. Había decidido ir a Futaleufú (Sorry primo, sé que me esperabas en
Coihaique). Salí como a las 9:30 hr luego de conversarme un buen mate al que me
invitaron. A partir de aquí, mi camino era hacia la Cordillera de Los Andes.
El camino se veía algo nublado y hacía un poco de frío. A los 11 km me topé con otro ciclista que venía en sentido contrario. Un europeo llamado Robert, como siempre, la obligada conversación sobre lo que le espera en la ruta a cada uno. Al poco andar llegué a Lago Yelcho, el mismo que había bordeador el día anterior, solo que ahora estaba en el extremo superior. Allí me topé con dos brasileños en moto, como siempre, los brasileños muy simpáticos (buen viaje Sergio). A esas alturas ya estaba cansado con tantas subidas y aun no llevaba ni 30 kms y debía hacer 77 si quería llegar a Futaleufú.
El camino se veía algo nublado y hacía un poco de frío. A los 11 km me topé con otro ciclista que venía en sentido contrario. Un europeo llamado Robert, como siempre, la obligada conversación sobre lo que le espera en la ruta a cada uno. Al poco andar llegué a Lago Yelcho, el mismo que había bordeador el día anterior, solo que ahora estaba en el extremo superior. Allí me topé con dos brasileños en moto, como siempre, los brasileños muy simpáticos (buen viaje Sergio). A esas alturas ya estaba cansado con tantas subidas y aun no llevaba ni 30 kms y debía hacer 77 si quería llegar a Futaleufú.
Al almuerzo, encontré un lugar
perfecto, un río que pasaba bajo unos árboles con mucha sombra. Continuando,
aprovechaba cada pequeña bajada dejando la bicicleta ir libremente para
recuperar tiempo perdido en la enorme cantidad de subidas.
El paisaje acá es
increíble, se está en medio de la cordillera, rodeado de cerros bordeando el
río y sus imponentes rápidos. Miraba hacia atrás y no podía creer donde estaba…
hasta donde había llegado pedaleando… quería seguir, estaba ansioso. Y a
consecuencia de lo que antes contaba, en una bajada que tomé a gran velocidad,
la rueda delantera se fue hacia afuera producto de la falta de agarre en el
ripio y no pude controlar la bici. Hubo un instante antes de caer en que me di
cuenta que el porrazo era inevitable, por lo que cuando caí iba preparado, y en
el suelo rodé bien sin lastimarme. Cuando me detuve, me paré y verifique que
estaba bien y luego volví corriendo a ver la bici que estaba un par de metros
atrás. Todo bien. Lancé algunos garabatos a los tábanos que ni en ese momento
me dieron tregua y continué. Ahora estaba desanimado, quería rendirme y me
quedaban cerca de 30 km y ya eran como las 16 hr.
Las nubes de la mañana se habían ido hace horas, por lo que el sol de todos los días me seguía todo el rato con su calor intenso. Un poco más adelante me topé con tres ciclistas que venían en sentido contrario. No recuerdo sus nombres pero eran todos de distintos países: uno era alemán, uno mexicano y el otro no sé. Me dijeron lo que temía… que me quedaba mucha cuesta. Algo poco alentador considerando que ya no daba más. “Le queda mucha cuesta” me decía el alemán, “mucha energía” decía con un acento simpático. Continué igual, pero ahora iba atento a algún lugar a orillas del camino donde montar mi campamento. En varias partes había lugares perfectos, con pasto en plano, caída de agua cerca, etc, pero seguí y seguí.

Las nubes de la mañana se habían ido hace horas, por lo que el sol de todos los días me seguía todo el rato con su calor intenso. Un poco más adelante me topé con tres ciclistas que venían en sentido contrario. No recuerdo sus nombres pero eran todos de distintos países: uno era alemán, uno mexicano y el otro no sé. Me dijeron lo que temía… que me quedaba mucha cuesta. Algo poco alentador considerando que ya no daba más. “Le queda mucha cuesta” me decía el alemán, “mucha energía” decía con un acento simpático. Continué igual, pero ahora iba atento a algún lugar a orillas del camino donde montar mi campamento. En varias partes había lugares perfectos, con pasto en plano, caída de agua cerca, etc, pero seguí y seguí.
Al llegar a un puente que tenía
una vista espectacular, me topé con 4 brasileños que viajaban en moto.
Conversamos un rato sobre nuestros viajes. Me contaron que habían salido esa
misma mañana de Bariloche, yo me reía y les decía que llegaría en una semana a
Bariloche. El plan de ellos era recorrer 10.000 km. Nos tomamos fotos,
conversamos y me contaron que tenían un blog donde publicaban sus viajes (www.insetonaviseira.blogspot.com.br).
Luego los deseos de buen viaje y continuamos cada uno su camino.

Saliendo del puente, otra cesta… yo ya no quería más, pero seguí hasta que en el km 66 me topé con un camping a orillas del lago Lonconao. Era mejor que acampar en el camino, había pan amasado y baños con ducha, entonces me rendí. Me faltaban 10 kms para Futaleufú y quedaba 1 hora de luz, pero considerando las cuestas y mi cansancio, calculé que no llegaría de día.
En el camping, había tres
ciclistas: una pareja de holandeses y un alemán llamado Stephen.
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