Domingo 13: Hornopirén – Caleta Gonzalo (5 hr de navegación + 10 km + 1 hr de navegación)



Me levanté una hora antes del desayuno de la residencial. Nadie de los que alojaban estaba en pie. Preparé mis alforjas y comencé a montar todo en la bicicleta. De pronto, se me acercó un muchacho que estaba alojando allí y me dice: “tú eras el de la bicicleta, yo soy el de la moto que pasó por tu lado y te tocó la bocina”. De inmediato lo recordé. Viajaba desde Temuco junto a su pareja. Me hicieron muchas preguntas y conversamos durante el desayuno. Muy simpáticos ambos. Les conté que intentaría embarcarme, ellos en cambio, llegaban hasta Hornopirén y luego de ir a ver zarpar la barcaza regresarían.

Me subí a mi bici y partí en medio de los deseos de buena suerte de todos quienes estaban a esa hora en la residencial y que me conocieron durante el desayuno.

Al llegar a la oficina frente al embarque ya había una fila de personas y una de autos frente al muelle, y todo era un desorden, pues estaban mezclados personas que tenían reserva y personas que no, y como ya estaban subiendo autos, había que preguntar quién tenía reserva, y hacerlos avanzar y todo eso.

Cuando fue mi turno en la oficina, la niña que atendía me dijo que no sabía si había espacio para mí, que le pregunte a un hombre de jokey y radio que estaba en la rampa controlando el embarque. Partí corriendo, lo alcancé y le dije: ”una bicicleta y yo”, lo pensóun instante y me dijo: “mira, no sé, la otra mejor”, refiriéndose a la barcaza que zarpa a las 12:30 (en época de mayor demanda hay dos barcazas diarias: 10:30 y 12:30). Volví corriendo a comprar mi pase para las 12:30 y cuando estaba en la oficina los amigos de la moto me llamaron y me dicen: “te están llamando” mientras me indicaban la barcaza, la cual estaba a punto de salir y al parecer había lugar para mí. Sin pensarlo me monté en mi bici y bajé rápido por la rampa. Allí me encontré con otro ciclista, que venía de Irlanda, llamado Jamie. Viajaba desde hace tiempo, había partido en Santiago pedaleando y su destino era Puerto Natales, donde se juntaría con su esposa que llegaría en avión. Hablaba poco español así es que hablamos casi todo en inglés.

Navegamos hasta las 14:30 y desembarcamos en Leptepu. Desde allí hay 10 km hasta Fiordo Largo, donde uno aborda la siguiente barcaza que llega a Caleta Gonzalo. Al bajar nos contaron de un transporte en furgón para los peatones, incluido en el pasaje. Habitualmente los ciclistas deben hacer esos 10 km pedaleando, pero como solo había un peatón que era una niña de Francia, nos podrían llevar a Jamie y a mí con las bicis. Entonces, mientras esperábamos el transporte, sacamos todas las alforjas y quitamos la rueda delantera de cada bicicleta. Por cierto, algo que no había comentado, es que la barcaza en la que navegamos desde Hornopirén era la Pincoya, otra vieja conocida mía de la infancia en Chiloé. Bueno, volvindo al tema, abordamos el furgón y cargamos las bicis atrás y todas las alforjas en los asientos vacíos.

Avanzamos los 10 kms en solo un rato y nos embarcamos en la siguiente barcaza para un viaje de unos 40 minutos. Esta segunda barcaza era más pequeña, por lo que debía hacer varios viajes para cruzar todos los vehículos que habían. Ya había cruzado un grupo antes, por lo que a nosotros nos tocó esperar mucho rato a que llegaran los primeros vehículos de la barcaza que salía de Hornopirén a las 12:30 hrs.

Zarpamos como a las 17:00 hrs y llegamos a Caleta Gonzalo cerca de las 18:hrs. Jamie me contó que por la cantidad de peso que llevaba (cerca de 60 kilos) avanzaba lento y recorría unos 25 kms diarios, por lo que viendo el mapa calculó que no llegaría al siguiente poblado, así es que buscaría donde acampar y continuaría mañana. Yo pensaba seguir a toda velocidad pero quedaban pocas horas de luz y debía recorrer cerca de 47 kms hasta Santa Bárbara, además, no podía exigirme mucho dado que no quería aumentar la lesión de mi rodilla. Entonces decidí acampar también.

Saliendo de Caleta Gonzalo hay un camping del Parque Pumalín, ubicado unos 100 mts al interior de un bosque luego de cruzar un río por un puente colgante. Allí conocimos a tres amigos que andaban haciendo trekking y eran estudiantes de sociología en Santiago. Nos dijeron que antes de Santa Bárbara había al menos tres camping más en la ruta. Al rato llegó el guarda parque y nos comunicó que habían anunciado 10 días más de sol, lo cual en sus propias palabras era excepcional. Al caer la noche el frío y la humedad se sentían fuerte y el cielo despejado dejaba ver las estrellas… Maravilloso.

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